Mientras se esfuman las gotas finales de agua del Pantano de la Viñuela, y su boquete inmenso de tierra y pedrusco ajusta el demanio con los caserones ilegales de los guiris; los mangos y los aguacateros se rifan el botijo desde la falda del boquete de Zafarraya hasta el Mare Nostrum. La sequía que no tiene culpables, está buscando un “se busca”, que le ponga remedio: porque al ciudadano pagano le restringen gaznate, fregado del fairy, tirar de la cisterna y quitarse la mugre.
Desde que las procesiones, se han quedado para péplums, de curas sabiondillos y alcaldes beatos, de devoción por si las moscas, nadie se le ocurre esperar del cielo el “diluvio local”, vestido de penitente armando velas. Así que ya me duele el alma de tirar periódicos, porque no encuentro el Eureka de que por fin, hay una o varias administraciones competentes, para poner fecha y hora de inauguración del grifo manando de la incompetente desaladora; de mis lecturas de secano, había llegado a la conclusión que los de la Moncloa habían reservado 100 millones de euros para construir el Ingenio que le quitara el salitre al oleaje; por la siempre, otra parte, de Juanma I de San Telmo, tenían la encomienda de buscar los terrenillos para plantar la planta y darle a la sesera pintando sus planos.
Ahora se titula en letras gordas y en páginas de primera de quiosco, que ninguno de los irresponsables quiere hacer el primo, asumiendo competencias que son de los otros primates o rellenando el papeleo a tiempo, por lo que llego a la conclusión que hacer una desaladora es una incompetencia no delegable en España. Aún recuerdo la que el golfo de Jesús Gil, levantó como alcalde de Marbella, sin encomendarse al Cristo de la Sentencia, dejando a deber un pastón y en terrenos tomados de gilista manera. Todavía funciona en manos de la Mancomunidad de la Costa del Sol y sus mil litigios, 56.000 litros al día de agua sin sal. Los antigil, anti populistas, antifascistas y antifaz, ante las cuitas de la desaladora de la Axarquía, tomamos explicación del amor por los Trump y el dilema del voto europeo ultra derechista.
