Necrópolis del Cortijo de las Sombras

Manuel Fernández Ruiz-Coello

Investigadores estudian los materiales de la antigua necrópolis del Cerro de las Sombras en Frigiliana

Cultura

La necrópolis del Cortijo de las Sombras, importante enclave patrimonial y arqueológico de Frigiliana, es objeto de interés por diferentes investigadores de nuestra antigua historia. La necrópolis está datada en torno al siglo VII y principios del VI antes de nuestra era.  Fue descubierta en 1965 por John Wilkins, un canadiense que decidió residir en Frigiliana y que había sido piloto de aviones de combate, durante las obras de remodelación del cortijo que se encuentra en la corona del cerro. Notificado el hallazgo a las autoridades, el cementerio fue excavado por el profesor Antonio Arribas poco más tarde. Gracias a las anotaciones del Wilkins, quien iba apuntando las condiciones en las que se dieron los primeros hallazgos, se ha podido reconstruir la totalidad de las tumbas con un gran rigor científico.

Son muchas las investigaciones que este enclave ha tenido. La más reciente es la protagonizada en estos días por investigadores comandados por el catedrático de Arqueología de la Universidad de Sevilla, Eduardo Ferrer Albelda. Este reputado profesor se ha desplazado al Cortijo de las Sombras acompañado de las antropólogas Victoria Peña Romo, del Centro de Estudios Fenicios y Púnicos (CEFYP), Carmen Ana Pardo Barrionuevo, de la Universidad de Almería, y Víctor Martínez Hahnmüller, de la universidad austríaca de Viena. Se trata de una labor investigadora enmarcada en el proyecto de investigación denominado ‘Tartesso olvidado (en los Museos). Redes urbanas vs paisajes rurales’, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España. Derivado de estos estudios se han analizado restos de huesos así como piezas tanto de cerámica como metálicas. Todo este estudio va a ser publicado.

Según la web Frigiliana.info, la Necrópolis del Cortijo de las Sombras fue descubierta en 1965 por John Wilkins, un canadiense que decidió residir en Frigiliana y que había sido piloto de aviones de combate, durante las obras de remodelación del cortijo que se encuentra en la corona del cerro. Notificado el hallazgo a las autoridades, el cementerio fue excavado por el profesor Antonio Arribas poco más tarde. Gracias a las anotaciones del señor Wilkins, quien iba apuntando las condiciones en las que se dieron los primeros hallazgos, se ha podido reconstruir la totalidad de las tumbas con un gran rigor científico.

La necrópolis está compuesta de enterramientos en hoyos excavados en la roca, dentro de los cuales se colocaban perfectamente asentadas las urnas funerarias. Estas contenían los restos incinerados de los cadáveres que antes habían sido quemados en el ustrinum, pequeña fosa excavada en la piedra sobre la que se colocaban troncos de madera, de manera que, una vez consumidos, los restos del difunto fueran a parar a su interior y no quedaran desperdigados. Antes de la cremación, el muerto era lavado y perfumado, y se vestía ceremoniosamente.

Además de las cenizas las urnas contienen los restos de los abalorios que llevaba el muerto, como anillos, pulseras, broches, etc, su ajuar. Las urnas se tapaban con platos de cerámica o piedras planas, y el conjunto se cubría de pierdas y tierra formando un pequeño túmulo que debía sobresalir de la superficie, y que pudo estar cubierto de cal.

Esta necrópolis se fecha en torno al siglo VII y principios del VI antes de nuestra era.

Origen del descubrimiento
Así se narra en una publicación de Antonio Arribas y John Wilkins, titulada “La necrópolis fenicia del cortijo de las sombras (Frigiliana, Málaga)”, el origen del descubrimiento:

«El Cerrillo de las Sombras es una pequeña colina que se levanta en un lado de la carretera vecinal de Nerja a Frigiliana, a unos 5 Km. de aquélla y a dos de ésta. Su terreno lo forma una masa de rocas de conglomerado, sobre la que se asienta una fina capa de arena, producto de la descomposición de aquellas rocas; la capa vegetal es muy escasa y la tierra de cultivo cubre las brechas y grietas del conglomerado.

En la cima del cerrillo de su propiedad, Mr. John Wilkins decidió, el año 1965, construirse un pequeño chalet y dedicar el resto de su parcela a jardín. Para ello hubo de iniciar una remoción de tierras, con el fin de abrir los cimientos para la edificación y de adecuar las zonas más fáciles al cultivo y a la plantación de árboles. Fue efectuando estos trabajos cuando empezaron a aparecer las urnas de esta necrópolis, ya sea en el área de las trincheras de cimientos, ya sea en torno a una antigua era existente en la cúspide de la colina, la cual quedó desafectada por los desmontes de la construcción y los trasvases de tierras para las nuevas plantaciones.

Al darse cuenta Mr. Wilkins de la aparición de la primera urna, que le fue entregada por uno de los obreros de la construcción, les recomendó que fueran con cuidado por si aparecían otras, con el fin de que las consiguieran enteras. Poco a poco se fueron cribando las tierras, y finalmente, uno de nosotros (A. A.), enterado de estos hallazgos, visitó el lugar, y a la vista de las urnas aparecidas hasta entonces, comprendió la importancia del hallazgo, por lo cual se decidió a tomar, de labios de Mr. J. Wilkins, todas las noticias individuales de la forma de aparición de cada una de las sepulturas, así como de efectuar una limpieza de carácter superficial sobre una de ellas, ya que cabía la posibilidad de que se tratara de un pequeño túmulo de piedras o encachado tumular, cuyo aspecto parecía revestir especial interés.

A la vez se obtuvieron noticias sobre la excavación, en dicha necrópolis, de una tumba, en fechas anteriores a la adquisición del terreno por su actual propietario, por parte de un aficionado que entregó el ajuar de la sepultura al entonces alcalde de Frigiliana, don Antonio Navas. El señor Navas ha tenido la amabilidad de localizarnos en el plano, en forma aproximada, el lugar de aparición de la sepultura, y habiéndose puesto en relación con el profesor Dr. D. Manuel Pellicer, dio permiso para que por éste fuera enviada la urna encontrada al Laboratorio de Restauración de Madrid, donde fue limpiada, y cuya decoración permitía augurar sorpresas el día en que fueran limpiadas la mayor parte de las urnas y vasijas encontradas en fechas posteriores a las de aquel hallazgo….»

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