Ayer, algunos de mis primos que hablaron catalán venidos desde la acequia al telar, creo que sus aquellas pasiones políticas quedaron recompensadas ¡ay vejez! con la elección del Salvador para reconducir la barca sobre la marea de Cataluña, convertida en destiempo en la balsa de la merluza y merluzos. Espero que los charneguitos de mi sangre, también compartan esa alegría. Es un pobre juego usar el nombre de Salvador, para asociarlo al bálsamo político que representa, en todo caso, pronunciado en el Peesecé la «r» se la comen. Illa era el Él en una trama hitchcockniana, que ha hecho broza de las hojas de margaritas gastadas, pero por fin el Parlament lo han elegido Molt honorable president.
De todos los a y zetas del escenario que se configura, nos van a emborrizar la cocola con editoriales, catecismos partidarios y parlachineo tertuliano; mi preferencia ha sido elegir el buen andar del rucho con los serones reventando. Salvador Illa, nunca estuve encantado, como militante obsoleto del PSOE, de haberlo conocido. Por eso de hacerles un hueco a los amigos, a pesar de compañeros, Pedro Sánchez le largó Sanidad como destacado del PSC; por eso que ya no se gobernaba la salud desde el gobierno, repartida en parches porosos por las baratarias. Imprevisto en la partitura y sin saber su procedencia, apareció como el que se escapa de la probeta de Misión Imposible II, el Covid-19, y su Ministerio cobró vida, mientras las Ucis cobraban muerte; así que auxiliado como el Salvador, por su llevadero Simón, constituyeron el placebo en la larga clausura española; a veces auxiliados por uniformados jefes de sayones de distintos cuerpos por si alguien saltaba al ruedo a darse un garbeo. Como los grandes actores pregonan, lo importante no es el guion, ni tan siquiera la pequeña parte que de él te corresponde, lo realmente exigible al gran talento, es de eso, hacer una buena interpretación; así que con ella me quedo cuando sigo las actuaciones de don Molt…
Curro Flores