A Bonifacio me lo encontré de apoderado casi en solitario de los míos; florecían en las mesas electorales del Sur de Europa la simbología de los neoAPs , hasta alguno marroquí para mi curiosidad, llevaba la sombra de la gaviota colgada en el pinganillo de representante de los populares. Boni y yo, nos saludamos de lo nuestro, con relativas pocas esperanzas, pero descubrí que estaba hurgando en un nuevo líder que lo llevase a la tumba con más alegría en las urnas, amnistiando dolamas; como está al loro de todo lo que se cuece, me acercó a los mazos de papeletas, mostrándome con escándalo las de la agrupación Se Acabó la Fiesta, diciendo a renglón seguido, -“fíjate que pitorreo, con lo que hemos luchado por la democracia”. Ayer, ya en la partida de los lunes, con la resaca asumida entre fichas, con el cotarro atragantado: por sus previsiones andaluzas, MÁS descalabro y la disparada a la UE, dejaban desplumado a su Pedro de vicepresidentas; le gustaba que siguiera Feijóo antes que tomara el relevo un eficaz plebiscitario del PP.
Me recordó con paciencia de viejo, lo hablado en su tiempo del chalet de Pablo Manuel Iglesias, de su nepotismo de brocha gorda, de la entrega de IU-PCE a Podemos, en fin, más ilusiones dimitidas. Salieron a colación los 800.000 votos de Alvise, tropas de descarriados del menú oficial, por hartazgo y la razón de la sinrazón. Competía por sus mismos afanes ideológicos con las tropas de VOX, como el voto es secreto a pesar de sus radiografías,
Abascal que celebraba victoria pírrica, no ha podido sumar a su fiesta los conquistados de Alvise. El caudillismo que se practica en las organizaciones de ultraderecha no tiene parangón, pero después de sentirse triunfadores con sus seis escaños, más de un Bruto está afilando la puntilla para despacharse a don Santiago Abascal, por pastueño avisado y desecho de tienta para futuras batallas.
Curro Flores