Las cuevas de la Victoria y del Tesoro, en Rincón de la Victoria, esconden un conjunto de marcas prehistóricas que ahora se reinterpretan como señales de orientación, no como arte. Investigaciones recientes sitúan estas huellas —líneas en abanico, puntos, curvas y manos en rojo— en torno a 52.000 años, lo que adelanta notablemente la presencia neandertal en la zona. En reportaje publicado por Diario Sur titulado «Las Cuevas de El Cantal de Rincón de la Victoria guardan los primeros códigos informativos de neandertales y homo sapiens«, se detallan distintos aspectos de estos datos revelados ahora.
El equipo dirigido por el arqueólogo Pedro Cantalejo ha identificado 38 signos distintos y más de un centenar de paneles pintados. Su repetición en las zonas más profundas sugiere un código gráfico que guiaba a quienes se internaban en las galerías, entonces mucho más peligrosas y accesibles solo mediante pozos verticales.
Las nuevas excavaciones, retomadas en 2021, han permitido reconstruir una larga secuencia de ocupación, con al menos siete momentos distintos entre los últimos neandertales y los primeros sapiens. Los grupos neolíticos finales usaron la cueva como osario colectivo, conectando estos ritos con los futuros dólmenes del interior malagueño.
Entre los hallazgos destaca una lámpara tallada en una estalagmita, señal de cómo se iluminaban en su recorrido subterráneo. Todo apunta a que las cuevas del Rincón fueron un punto clave para entender la transición humana en la península… y un lugar donde, mucho antes de los mapas, ya existían señales para no perderse.



