48.592.909 habitantes para ser exactos, censados en la piel del cornúpeta en 2023, de los cuales nacidos en otras pieles, suponen ya casi 9 millones; un auténtico trabalenguas; entre nativos con marca en la varilla, sucedáneos, guirifantes residentes y a peoná. Como hay autonomías para todos, pueden elegir letra de himno y bandera, ya que el del español es para el Mudito de Blancanieves. Como en la Cañada real, abunda la inquieta trashumancia, doñas churras y merinas se confunden hasta con el inquisidor pastor belga.
Releo a mis desafines que, por fijo tienen una columna, para echarnos champú en la caspa, porque a la sesera no llegan. Señalan un día sí y los que le pongan, que la gran preocupación del censo del Ruedo Ibérico ahora, son Galicia y la amnistía, los problemas capitales de los que se tratan de pasar por el forro los problemas reales. Amigo de la política desde mis juveniles instancias, no se me ocurre quitar un ápice de importancia ni a las gallegas, ni a las catalanadas; pero quizás llevado por la experiencia de joven concejal, cargado de teorética y problemática marxiana, gocé de la experiencia del auténtico orden del día de las necesidades de los paisanos; más apegados al condumio, el agua, la luz y el pozo ciego; que a las grandes razones grancianas y bobbialicantes de mis manualillos de nocturnidad. El medio centenar de millones de vecinos, algunos con sus semos y sus cuasis, conforman un relato de preocupaciones donde se encuentran en cola: la de caja, la sanitaria, del transporte, etc., que no hay que tener el oído muy fino, porque a gritar hablamos, para enterarnos de sus verdades del barquero, eso de quién da pan a perro ajeno. En fin, no me seduce deambular, pero si quiero saber del lío, lo mejo es que los gacetilleros no me líen, pretendiendo sustituir al pan por las tortas.
Curro Flores
